To be right or to feel right

María Sabine Santana
2 min readFeb 7, 2022

Nunca me sentí bien en la escuela, pero era lista y eso era algo. A nadie le importó jamás que yo no fuera feliz en la escuela. Aprendí desde pequeña que ser feliz no era tan importante. Es más importante tener la razón.

Cuando crecí, aprendí que las cosas que valen la pena no siempre se sienten bien. La Revolución, por ejemplo, probablemente nos queme los pies. Los Revolucionarios renuncian a la vida fácil, renuncian a concentrarse en su carrera, a tener buenos salarios, a la comodidad de los domingos sedentarios, a la tranquilidad de no tener agentes vigilandote desde la esquina de tu calle o esperandote afuera de la Universidad. Los Revolucionarios lo saben y lo dicen muy seguido, y ven películas que les enseñan a soportar los interrogatorios, y renuncian a toda esperanza viendo películas que terminan con héroes fusilados en alguna prisión de Pinochet. Es mejor saberlo de una vez.

La guerra. Esa tragedia de la que todo el mundo intenta huir. Ese miedo a la violencia no lo tengo. Tengo en cambio una colección de biografías de los grandes soldados de la Segunda Guerra Mundial: el francotirador Vasili Záitsev, que se quedó tres días apostado en un techo muriendose de hambre y frío, sin moverse, sin dormir, con tal de matar a un solo general alemán.

La primera vez que me apuntaron con un arma tenía 14 años. Recuerdo haber sentido miedo, pero también que no dejé de gritar aunque mi mamá me lo pedía. Vasili tenía razón, había que matar a los nazis, y el proceso se sintió como el infierno. Meses de dolor, malsueño…

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