Sin agua en el centro del universo
No creo que nadie se de cuenta de lo importante que es lo que esta pasando aquí, en el centro del universo. Me desperté un día de esos que llegan tarde, abrí la llave de mi regadera para dejar que se acabara el agua fría antes de que llegara la caliente. Sí, soy de esas que ya decidió que bañarse en cinco minutos no va a salvar al planeta. Prendí la Alexa y puse mi podcast favorito para las mañanas. Luego me soné la nariz y descubrí, como todos los días desde que vivo en la Cedemecs, pequeños rastros de sangre. La sangre es consecuencia de la contaminación y la resequedad, y de no venir preparada con un sistema inmune natal de esta cañería que siguen intentando hacer pasar por ciudad.
Mientras me metía a la regadera, con agua al fin caliente, escuché:
“Los vecinos de la Benito Juárez reportan olor a gasolina en el agua que sale de sus llaves”
Empecé a gritar.
Después de todo: de estudiar en una buena universidad, de trabajar en una empresa internacional, de soportar los comentaros obsesivos de algunos amigos sobre vivir en la Del Valle, de ser señora de la Del Valle, de ir a pilates en calcetas como una mujer de la Del Valle, de irme volviendo conservadora como los de la Del Valle. Después de tantos sacrificios.
Nadie está seguro. Ya no más. Pienso en mi compañera que estudió en Chicago y vive en Lo-más, a quién despidieron hace un año. Pienso en la señora de 60 años con el culo parado que nunca dejó de ir al gimnasio para merecer siempre su vida de…