Masculinidades, competencia y de si quiero o no ser señora de las Lomas.

María Sabine Santana
5 min readJan 16, 2022

Cuando tenía 13 años una de mis tías se casó por tercera vez y su nuevo marido era insoportable: siempre quería ser el más inteligente, el más sabio, el más edgy. Mi mamá dice que los hombres siempre quieren ser los más listos, los más chingones. Cada que jugabamos al Maratón yo veía a este hombre al lado de mi tía y pensaba: “jamás seré como ellos” y, sin embargo, lo fui. Esta es la historia en la que intentó decifrar como acabé ahí.

La primera vez que sentí el golpe directo de la competencia masculina fue en mi segunda cita con un economista del ITAM. Estabamos en la Cineteca, a la que por cierto él jamás había ido (red flag), y le conté que mis compañeros y yo estabámos creando una revista de economía para estudiantes de licenciatura. Le pregunté que opinaba y me dijo de una forma dolorosísima: “No creo que a nadie en el ITAM le interese enviar algo a una revista suya”. ¿Por qué le dirías algo así a alguien que te gusta, de la forma tan despectiva en la que él lo hizo?

Después, conocí a un frustrado escritor que decidió dedicarse a la política y los datos. Me escribió un poema y me armó una playlist de más de 8 horas, uno pensaría que algo así es señal inequívoca de interés y aprecio, pero yo jamás pude estar segura, él se encargó de eso. Recuerdo cuando me llamó el 15 de septiembre para decirme que yo prefería estar con mis amigas que con él. Borracho, admitió su miedo: “estas dos semanas con tus amigas perfectas y al politólogo de *una escuela odiosa* solo…

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